Vivimos en el país más rico del mundo. La declaración es un tanto chocante, pero dale una vuelta y piensa en comida; en gastronomía. ¿A que ya no suena tan raro? España es un país con una enorme riqueza en cuanto a la producción de alimentos. Tenemos de todo y de una calidad extraordinaria gracias a un paisaje alimentario que se beneficia de los distintos ecosistemas, climas y terrenos de nuestra geografía. También del saber tradicional de nuestra gente. Carnes, pescados, hortalizas, frutas, cereales o legumbres. No hay alimento en el que puedas pensar que no produzcamos.
Si pasamos del terreno a los fogones la perspectiva es casi mejor. La gastronomía española se ha situado en las últimas décadas en la cumbre gracias al esfuerzo y el trabajo de los grandes chefs, pero también porque la cocina tradicional, fuente de la que nacen los conocimientos de nuestras estrellas, es inagotable. En cualquiera de nuestras regiones sentarse a la mesa es un placer.
Creatividad, calidad, innovación y variedad son sustantivos que definen con precisión el panorama gastro español y que se pueden aplicar por igual a los grandes restaurantes o a las cocinas de nuestras casas. La campaña "Aquí no se tira nada. Alimentos con siete vidas. El país más rico del mundo” pone en valor nuestro patrimonio gastronómico y apuesta por la optimización de nuestro consumo.
Hacía el desperdicio cero
Con toda esta excelencia lo normal sería que la cantidad de comida desperdiciada en nuestro país fuera muy cercano a cero. Pero, por desgracia, no es así. En el pasado año se fueron a la basura 1.201,09 millones de litros o kilos de comida. Aunque el dato es un 6,2% mejor que en 2021 queda mucho camino por recorrer hasta llegar a la optimización en el consumo. Es importante que tengamos en cuenta que cada vez que tiramos un alimento con él se van a la basura los recursos, esfuerzo, trabajo y energía que se invirtieron en su producción.
Aunque todos las conocemos, los chefs Andoni Luis Aduriz, Carlos Maldonado y María José San Román nos recuerdan algunas de las herramientas que tenemos para limitar el desperdicio de alimentos en nuestras cocinas. Las más importantes son la planificación y la reutilización. Nuestras madres y abuelas eran expertas en ambos campos y es urgente (además de satisfactorio) que recuperemos esos conocimientos.
Las siete vidas de la comida
Croquetas. Tal vez las reinas del aprovechamiento. Empanadas y empanadillas, ropa vieja, cocido mareado, cremas, revueltos, tortillas, bocatas o arroces. Seguro que todas hemos disfrutado comiendo y cocinando algunas de estas cosas en muchos momentos de nuestras vidas. Los chefs que ponen voz esta campaña (y el sentido común) nos piden que las recuperemos y que no dejemos un alimento por aprovechar. La belleza, como ellos afirman, no está en la presencia de cada producto, sino en su sabor. Y en eso, en España, somos casi imbatibles. Con esas frutas que se ponen feas podemos hacer una espectacular compota. O una macedonia para un postre rico y sano.
La planificación es la otra asignatura en la que debemos subir nota. Una compra bien pensada es una reducción directa de los desperdicios al final de la semana. El alimento más caro, con diferencia, es el que no disfrutamos. Sentarse con la familia a preparar un menú semanal no solo es una herramienta para optimizar el ahorro. También es una oportunidad magnífica para pasar un rato juntos hablando de algo que a todos nos apasiona: la comida.
La extraordinaria capacidad que tenemos para producir una materia prima de gran calidad debe hacernos reflexionar sobre esa comida que no acaba en nuestros platos. Al fin y al cabo, vivir en el país más rico del mundo es un lujo que debemos aprovechar. Pensemos en ello a menudo y hagamos croquetas, muchas croquetas, para que no sobre nada en nuestra nevera. Croquetas o cualquier otra receta de aprovechamiento que os guste; vosotras me habéis entendido.